Hola! ¿Cómo estás? ¡Te damos la bienvenida a una nueva edición de este news que tanto nos gusta hacer! La propuesta sigue firme: un domingo cada tanto, nos tomamos un momento para (in)formarnos, reflexionar y debatir sobre cómo habitamos el planeta 🌎
HOY
Frente a una de las 7 maravillas naturales del mundo, una pareja cuyo idioma no es fácil de entender celebra su luna de miel cumpliendo el sueño de conocer ese lugar único. En ese mismo momento, pero 3.400 kilómetros al sur, una ONG enfocada en la protección de humedales advierte sobre la importancia de las turberas, enormes esponjas que absorben CO2, y el riesgo de la explotación de estos ambientes casi prístinos en Tierra del Fuego (hogar de casi el 90% de los turbales del país). También en la Patagonia un grupo de amigos realiza su primer trekking; esa noche va a ser de carpa en un refugio idílico, donde a unos pocos kilómetros, escondida entre un bosque de arrayanes, crece una planta cuyos componentes podrían ser la cura de enfermedades en el futuro. Esas tierras, que han sido habitadas por pueblos originarios durante miles de años, al igual que los valles casi marcianos de cañones y petroglifos, hoy son Patrimonio de la Humanidad. En la otra punta del país, inspirados por tanta diversidad biocultural, un grupo de emprendedores inicia su proyecto turístico en el noreste argentino, con la esperanza de colaborar con la conservación de yaguaretés, carayás y tapires.
Conservación, investigación, fuente de trabajo, actividades turísticas, hogar de pueblos originarios, espacios de conservación, de patrimonio cultural y ocio, refugio de biodiversidad y beneficios ecosistémicos, etc, etc… Las Áreas Protegidas de Argentina son tan ricas y fascinantes como fundamentales para la conservación y desarrollo de la biodiversidad, siendo los grandes refugios de la vida silvestre dentro de un entorno cada vez más modificado por nuestras actividades. Pero son mucho más que eso: cuentan historias de nuestro pasado, resguardan tradiciones ancestrales, culturas y especies en peligro de extinción.
Estos espacios tan importantes, con más de 100 años de historia, están atravesando una situación extremadamente problemática. El presupuesto destinado a su conservación, que ya era insuficiente en años anteriores, está sufriendo un recorte brutal, al igual que el de toda la Subsecretaría de Ambiente. Según el Monitor ambiental de Presupuesto de FARN, que analiza las partidas presupuestarias vinculadas a las políticas ambientales durante el año, el presupuesto para la Subsecretaría y la Administración de Parques Nacionales (APN) es de apenas el 0,16% del Presupuesto Nacional, una caída del 53% respecto al 2023. Como dice FARN en su informe: “La falta de presupuesto es un mecanismo de ajuste sobre la población y una reducción de derechos por la vía explícita del achicamiento del estado”.
En línea con esto, los trabajadores de los parques nacionales advierten sobre los despidos y falta de renovaciones sobre el personal, ya limitado en cuanto a cantidad, que trabaja en el cuidado y resguardo de las 55 áreas protegidas que existen a nivel nacional. Esta situación no parece calmarse sino, por el contrario, continuar empeorando. Esta desregulación y falta de consideración por las políticas de conservación está muy lejos de ser inocente. Mientras esto sucede, actividades de explotación de los recursos, como la megaminería, avanzan sobre áreas de carácter protegido en lugares como San Juan y La Rioja, humedales de importancia internacional de acuerdo al convenio RAMSAR.
Pero dejemos la coyuntura por un rato para hacernos algunas preguntas ¿qué son los parques nacionales? ¿Cuál es el rol de estos espacios y las demás áreas protegidas?, ¿por qué estos espacios de conservación tienen una importancia transversal?
SALIR DE LO INMEDIATO:
Los parques nacionales (PN) son áreas protegidas (AP). Pero… ¿Qué son las áreas protegidas? La UICN1 las describe como “espacios geográficos claramente definidos, reconocidos, dedicados y gestionados mediante medios legales u otro tipo de medios eficaces para conseguir la conservación a largo plazo de la naturaleza y de sus servicios ecosistémicos y sus valores culturales asociados”2. Analicemos está definición por partes.
Espacios geográficamente claramente definidos: Todas las áreas protegidas deben tener límites enmarcados y acordados dentro de la ley que los crea y detallados a través de la zonificación del área. Estos límites pueden estar definidos por características físicas que pueden desplazarse con el tiempo (p. ej., márgenes fluviales) o por acciones de gestión (p. ej., zonas vedadas al uso).
Reconocidos, dedicados y gestionados: “Reconocidos” implica que la protección puede incluir una gama de formas de gobernanza declaradas por colectivos así como las identificadas por los estados. “Dedicados” se refiere a la existencia de un compromiso claro vinculado con la conservación a largo plazo, mediante, por ejemplo, convenios, acuerdos internacionales, leyes, acuerdos de fundaciones y empresas privadas, etc. Por último, “gestionados” se refiere a las medidas que se han tomado para conservar los valores naturales (y posiblemente otros) por los cuales se ha establecido el área protegida.
Mediante medios legales u otro tipo: Significa que las áreas protegidas tienen que ser reconocidas por la normativa legal vigente o gestionadas de una u otra manera mediante medios eficaces pero no legalizados formalmente, como por ejemplo, normas tradicionales que regulan el funcionamiento de las áreas conservadas por comunidades.
De la naturaleza, sus servicios ecosistémicos y valores culturales asociados: Por naturaleza se refiere a biodiversidad (a nivel genético, de especie y de ecosistema), geodiversidad (formas del relieve), y otros valores naturales más amplios. Los servicios ecosistémicos son aquellos que incluyen aprovisionamiento de agua o alimentos; servicios de regulación como el control de inundaciones, sequía, degradación de suelos, y enfermedades; servicios de apoyo como formación de suelo o ciclos de nutrientes; y servicios culturales como recreativos, espirituales, religiosos y otros beneficios no materiales que no interfieran con los objetivos de conservación. Por último, los valores culturales asociados son aquellos lugares, recursos o prácticas con un valor cultural, histórico, arqueológico o religioso notable que están vinculados al área y hacen al valor conjunto. Podríamos llamarlo “patrimonio biocultural”.
Entendido esto, pasamos a hablar de las categorías de manejo, ya que si bien los PN son las estrellas más conocidas dentro de las áreas protegidas, pertenecen sólo a una de las muchas otras categorías de manejo posibles. La UICN, en la búsqueda de encontrar un “lenguaje común” para las AP a nivel internacional, definió seis categorías de manejo según el nivel de protección, actividades y usos permitidos dentro de cada área. Estas categorías abarcan desde áreas de protección estricta (reservada a usos muy limitados como la investigación científica) hasta parques nacionales, reservas y zonas de uso sostenible de recursos.
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Independientemente de la categoría de manejo, todas las AP comparten objetivos en común: funcionan como bastiones que mantienen la estructura, función y potencial evolutivo de la biodiversidad; mantienen la diversidad de paisajes, hábitats, especies y ecosistemas asociados; apoyan estrategias de conservación a nivel regional, como corredores ecológicos; operan bajo un plan de gestión y monitoreo sólido; cuentan con un sistema de gobernanza justo y equitativo; y son lo suficientemente extensas para garantizar su efectividad a largo plazo.
Si bien estas categorías son útiles para que cada gobierno planifique, establezca y maneje sus AP, cada país tiene la jurisdicción para designar sus propias categorías de áreas protegidas que pueden estar en consonancia o no con los lineamientos internacionales. Por ejemplo, en Argentina, la Ley N° 22.351 de APN establece las siguientes categorías de manejo3:
Parque Nacional (Categoría II de la UICN)
Monumento Natural (Categoría III de la UICN)
Reserva Nacional (Categoría VI de la UICN)
Luego, mediante diferentes normas, se sumaron otras categorías no necesariamente homologables con los criterios de la UICN.
Reserva Natural Estricta (Categoría I de la UICN)
Reserva Natural Silvestre (no homologable con la UICN)
Reserva Natural Educativa (no homologable con la UICN)
Parque Interjurisdiccional (no homologable con la UICN)
Reserva Natural de la Defensa (no homologable con la UICN)
Esta breve introducción y contexto nos sirve para entrar de lleno en el tema de hoy: las áreas protegidas y los parques nacionales de Argentina. ¡Alerta! Nos ponemos un poco full patriotas, pero es porque los amamos.
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Nuestros parques: orgullo nacional
“Atravesamos paisajes tan hermosos como los más renombrados del mundo, cruzamos una región que recordaba en parte los lagos y las montañas de Suiza y en parte el parque de Yellowstone (...) todos los turistas que vayan entonces a Sudamérica, deberán no dejar de visitar esa región extraordinariamente bella”. Franklin Roosevelt4
Los parques nacionales de Argentina son reconocidos a nivel internacional por su belleza y paisajes únicos. En ellos se refleja que el país no solo es uno de los más extensos del planeta, sino también uno de los más diversos en cuanto a paisajes y biodiversidad natural. Además, Argentina supo estar a la vanguardia internacional de los países más preocupados por la conservación de la naturaleza.
La historia de los PN comienza sobre hombros de gigantes. Por un lado, en 1902 Carlos Thays desarrolló con sus investigaciones un proyecto de Parque Nacional para las Cataratas del Iguazú, un plan que demoraría varios años en concretarse. Solo un año después, otro personaje importante de nuestra historia, el perito Francisco Pascasio Moreno, cedió a la Nación unas 7.500 hectáreas de su propiedad al oeste del lago Nahuel Huapi con el fin de que “sea consagrada como parque público natural”5, tal como expresó en la carta de donación un 6 de noviembre de 1903. Es por esto, que cada 6 de noviembre se conmemora el Día de los Parques Nacionales.
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El tercer evento que marcó el futuro de los parques nacionales ocurrió en 1922, con la fundación del Parque Nacional del Sud (posteriormente conocido como Nahuel Huapi), abarcando una extensión de 785.000 hectáreas. Luego, en 1934, se promulgó la Ley Nº 12.103, que estableció la Administración General de Parques Nacionales y Turismo y, en simultáneo, se instituyeron los Parques Nacionales Iguazú y Nahuel Huapi.
Desde entonces hasta la actualidad, Argentina ha continuado incrementando la superficie de sus áreas protegidas. Según datos del Sistema Federal de Áreas Protegidas (SiFAP), a mayo de 2024, existen 572 áreas protegidas terrestres y marinas, lo que representa el 16.17% del territorio nacional continental. En lo que respecta a las áreas protegidas bajo jurisdicción nacional, se cuentan 51 terrestres y 3 marinas. El listado incluye áreas reconocidas con categorías internacionales (23 sitios Ramsar, 15 reservas de Biosfera y 6 sitios de Patrimonios Mundiales)6.
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Siendo un país federal, cada provincia también tiene la facultad de establecer sus propias categorías de conservación. Es decir, además de las áreas gestionadas por la APN, existen otras bajo jurisdicción de los diferentes estados provinciales y municipales e incluso reservas de categoría privada. La diversidad de enfoques en la gestión y manejo de estas áreas protegidas, debido a la falta de un marco legal general e integral para todas, conlleva un esfuerzo adicional para encontrar una convergencia en los objetivos de conservación a nivel nacional7.
Este esfuerzo puede ser llevado a cabo por el nombrado SiFAP, pero requiere de recursos económicos, técnicos, legales, etc. ¿Vale la pena cuando, en teoría, no hay plata? La pregunta es prácticamente irrespetuosa, pero en tiempos donde los márgenes de las discusiones parecen correrse todo el tiempo hacia lo impensado, es una buena oportunidad para volver a poner en valor las “figuras intocables” del país: nuestra ciencia, educación y salud pública, o la riqueza de nuestro patrimonio natural, entre otras. Entonces, ¿por qué hacerlo?
El orgullo de un país también se mide por cómo aprecia lo que tiene
Desde las inmensa biodiversidad marina hasta las cumbres más altas del continente, desde las selvas y bosques de la yunga hasta los fueguinos bañados en rojos, nuestro país se distribuye a través de 18 ecorregiones, cada una con una paleta de colores, sonidos y texturas únicas. En estos diversos ecosistemas, emergen formas de vida que son exclusivas de Argentina. Las áreas protegidas, tanto las que están bajo la administración de la APN como las demás, actúan como guardianes perpetuos de esta increíble diversidad biológica y cultural. Después de todo, “un país se construye para su pueblo: aquellos que lo habitaron en el pasado, los que lo habitan en el presente y los que lo harán en el futuro”8.
Los parques y reservas también impulsan las economías regionales a través de las actividades turísticas (el turismo es el cuarto complejo exportador más grande del país) y productivas que se desarrollan en ellos. Solo en 2022, los PN recibieron más de 3.3 millones de visitantes nacionales y 600 mil extranjeros9. Este motor de desarrollo económico y social va de la mano con la conservación de las diversidades. No hay que olvidar que en estos territorios viven un gran colectivo de comunidades originarias, desde antes de la creación de los parques, en convivencia con otros pobladores y personal de la APN. Todos ellos, sus modos de vida y su cultura son parte de las diversidades y el patrimonio biocultural que la APN protege y conserva.
Finalmente, y si bien en esta edición no vamos a profundizar en el tema, es importante destacar que tanto los ecosistemas naturales como la diversidad de especies que conviven dentro de estas áreas poseen un valor intrínseco independiente del valor que se le pueda otorgar desde una perspectiva antropocéntrica10. Esto no es un detalle menor si trabajamos la conservación también desde un punto de vista biocéntrico, considerando a la naturaleza como sujeto de derecho. Además, algunas áreas poseen un valor espiritual dado por algunas comunidades, así como también el valor que surge de experiencias subjetivas como la contemplación estética. Todas estas valoraciones se alejan de las posibilidades de contemplarse desde puntos de vista meramente económicos y nos acercan a un rango de valoraciones múltiples. No es banal hablar de esto en estos tiempos, ya que no siempre fue así.
Diferentes visiones de las áreas protegidas
En sus orígenes —allá por comienzos del siglo XX— la presencia humana dentro de las áreas protegidas, especialmente la de los pobladores tradicionales, no se veía con buenos ojos, ya que se creía que solo causarían daño al entorno natural. Esta visión extremadamente dualista, que aún persiste en algunos espacios, provocaba que ciertas reservas quedaran justamente reservadas solo a sus “guardianes” y los visitantes de las ciudades que necesitaban escapar por un rato del caos urbano. Si bien esta perspectiva influyó en esas primeras políticas conservacionistas de la época, con el tiempo, esta visión de "la gente afuera" fue modificandose.
Por otro lado, mientras algunos conservacionistas propusieron al parque como garante de la protección de la naturaleza, también hubo quienes, con una orientación política o económica, los vieron como instrumentos de control territorial y motores de desarrollo del turismo internacional. Estas tensiones forman parte de la historia de los parques nacionales de gran parte del mundo. Lejos de toda romantización, y como sostuvo uno de sus principales impulsores, Exequiel Bustillo, el “parque nacional es un verdadero instrumento de colonización”11. Esta visión se expresó no solo en el sometimiento y expulsión de pueblos originarios, por ejemplo, comunidades mapuches en el sur, sino también en procesos de colonización botánica a través de actividades de transformación del paisaje. Es así que, de forma intencional y en algunos casos involuntaria, se introdujeron plantas y animales exóticos que modificaron en gran medida el paisaje.
Reconocer el pasado de los parques nacionales también ayuda a resignificarlos y encontrar nuevos lenguajes de valoración. Las visiones dualistas que nos ubican como destructores de todo ecosistema natural (que muchas veces, sin duda, lo somos) o como guardianes protectores de una supuesta naturaleza prístina, no contribuyen a pensarnos como partes integrales y ecodependientes de la naturaleza. En este sentido, si bien los parques nacionales y las áreas protegidas son herramientas esenciales para conservar la biodiversidad y proteger los servicios ecosistémicos que la naturaleza nos brinda, también deben desempeñar un papel crucial en la sensibilización y la concientización. De lo contrario, serán estrategias incompletas, manchas de conservación, en un entorno cada vez más degradado, a las que escapamos temporalmente para disfrute y ocio12
Más allá de las definiciones
Para concluir, a modo de reflexión, tal vez el término “reserva” no sea el más adecuado por su connotación prohibitiva. Las AP son más bien santuarios de diversidad bio-cultural, tanto por el respeto que deberían generar como por la necesidad de tenerlos cerca. Podríamos decir que la creación y manejo de las AP es una “acción ética” que, a través de acuerdos colectivos se posiciona, a favor de defender (pro-tegere) la existencia de espacios naturales delimitados, junto a sus ciclos ecológicos y biodiversidad, de acciones individuales, privadas y públicas que los pongan en riesgo13. Sin embargo, para que no sean solo “reservas de papel”, deben estar acompañadas de una gestión activa y la participación comunitaria que fortalecerá la protección y el cumplimiento de sus objetivos de conservación.
Al hablar de acciones éticas y acuerdos colectivos se pone en evidencia el doble sentido del adjetivo “protegido”. Es protegido de y a la vez protegido para. Es decir, se protege de acciones que puedan degradar y se lo hace para proteger la salud y el bienestar de otros seres vivos. Este doble sentido conlleva un doble desafío: poner límites a acciones perjudiciales motivadas por intereses individuales o grupos de interés y extender la comunidad moral más allá de la especie humana para incluir a las especies que cohabitan el área.
Para lograr estos desafíos es necesario involucrar a las personas para que se sientan parte de ese acuerdo colectivo y establecer una aproximación ética que permita reconectar a la sociedad con las áreas protegidas, limitando los hábitos dañinos y promoviendo aquellos beneficiosos al punto de que se realicen dentro y fuera de las AP. ¿Cómo hacer algo que parece tan complejo? Un primer paso podría ser recordar que nuestro sistema centenario de parques nacionales es una construcción pionera en el mundo de la que debemos estar orgullosos, forma parte de nuestra identidad y nos da sentido de pertenencia y arraigo. Luego, insistir en un Estado que trabaje para que cada persona pueda conocer, a través de las áreas protegidas, las incontables geografías que tiene el país. Un Estado que no elija mirar para otro lado, sino que busque fortalecer vínculos y brindar a sus ciudadanos la posibilidad de disfrutar de la inmensidad de placeres emocionales, corporales, intelectuales y espirituales que estos lugares pueden otorgar.
Hay un tipo de área protegida que puede cumplir particularmente bien el doble rol de espacio de conservación y lugar de contacto cercano con la vida silvestre: la reserva urbana. Pero eso lo dejamos para otra edición…
Recomendaciones para (re)conectar
En esta sección buscamos descontracturar un poco a través de lindas recomendaciones que nos hagan reflexionar o conmover con la belleza del mundo natural. Como no podía ser de otra manera, en esta edición están relacionadas a parques nacionales.
Serie “Equilibrios. Parques Nacionales”. Una serie del Canal Encuentro que ya tiene 7 años pero hace un recorrido hermoso por muchas de las más lindas áreas protegidas del país. Muy recomendable para recordar lo lindo que es el país y manijearse con un futuro viaje a alguna de ellas.
Llegamos al final.
Eso es todo por hoy. Esta entrega fue el resultado de un trabajo en equipo. Esperamos que lo hayas disfrutado, como nos pasó al hacerlo.
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Dudley, N. (2008). Directrices para la aplicación de las categorías de gestión áreas protegidas
Cita contada en Kaltmeier, O. (2021) Parques nacionales argentinos. Una historia de conservación y colonización de la naturaleza (p.45)
Recomendamos mucho descargar el libro: Retratos. Naturaleza y cultura en nuestros Parques Nacionales. (2023)
Un problema que ya había sido remarcado en el Informe Nacional sobre las Áreas Protegidas de Argentina. (2007): “Se trata en definitiva de un marco legal disperso y sin articulación orgánica común” (p.8)
APN. (2023). Retratos.
Tafalla (2019). Ecoanimal
Kaltmeier, O. (2021) Parques nacionales argentinos. Una historia de conservación y colonización de la naturaleza
Toda área natural protegida que, habiendo sido creada, no emprende ninguna trayectoria para alcanzar la finalidad con la que ha sido declarada, se denomina “reserva de papel”: áreas con declaración legal pero que carecen de control, administración, estudios científicos y cuyos planes de manejo y/o conservación no son efectivamente implementados y gestionados en el territorio (AZARA, 2023; Schmidt, 2016)
Rozzi, R. (2019). Áreas protegidas y ética biocultural